jueves, 23 de julio de 2015

Everet

Me quedé en la cama escribiendo mientras llegaba el sueño, con las piernas como si fueran el Everest para apoyarme te escribía, me adormecía, pero no cogía el sueño, nada se me ocurría, pensaba en ti, necesitaba ocupar mi mente en otra cosa que no fuera mi infortunio, por eso escribía, no había palabras que no llevaran carga de mi exánime alma, todas ellas las abandonaba y buscaba otras más alegres. Mientras pensaba qué poner, en mis ojos sobraban lágrimas, te contaba, en falso, que lo había superado... sólo para que vieras que era fuerte como tú. 
Esta situación era nueva y como le ocurren a las cosas recientes que con el tiempo se estropean la mía no lo haría, desgraciadamente la desdicha era crónica, como el amor que te guardaba en mi corazón, para siempre inalterable. Era Navidad, en mis planes estaba programado descansar, vivir sin prisas esos escasos días. Al segundo me desperté en unas sábanas gruesas y ásperas con una banda en mi lado izquierdo de azul en el que ponía, después de muchos lavados, Hospital Universitario... cambiaron mis planes sin saberlo, sin estar previsto hice otros de urgencia, como seguramente entré en aquel lugar. Se cerró la Navidad de un portazo, mi preocupación estaba en salir, me notaba con cansancio, eran días de fiesta, pero en casa ya no hubo alegría. 
Tras varios días de insomnio en aquel lugar salí, los gritos no me dejaron ni descansar ni dormir en todo el tiempo, no podía ser ¡todo dolor lo que sentía el paciente!, el dolor no duele tanto, y si lo hace llega un momento en el cual el cuerpo queda exhausto y muere un momento con el desmayo, tal vez pudiera ser desencanto o desilusión, esas aflicciones duelen y tardan más en curar, no desaparece con una pastilla cada ocho horas durante una semana. Ahora me tocaba a mí y todo lo que él gritó lo hice lágrimas. Pensé en un principio que su vesania le hacía gritar, me doy cuenta que no, que lo hacía en su momento, ahora no le encuentro sentido, no sé por qué lo hago, si es dolor lo que siento, si desencanto, si son... No sé cual es la causa, si lo hubiera hecho en su momento lo hubiera sabido, ahora son muchas y me ahogan el alma. No hay una única razón. ¿Quién es ahora el demente? 
Me acomodé en la cama y dejé pasar otro día el proyecto de tu carta, apagué la luz y sin pluma en mano continuaba a oscuras escribiendo la carta más triste del mundo, no había papel, sólo un folio negro de ojos cerrados en el que escribía, a golpe de sollozos, mensajes. Era fácil redactar una amargada carta, salían con fluidez las expresiones, lo contrario era más difícil, intentar con la infelicidad hacer una andrómina carta. 
No sé para qué desperté al día siguiente, tampoco estarías, algo iba incrustándome más pena sin tu existencia y esto me dolía más que mi crónica vida restante, mi vida estaba escrita por Melpómene y yo sería su fiel marioneta...