jueves, 23 de julio de 2015

Sol de lunares

Hacía calor aquella tarde de invierno, el sol entraba e inundaba todo el salón. Con la calefacción, el sol y el jersey azul sintió tanto sofoco que lo aprovechó para broncear su piel. 
Se miró como si fuera la primera vez que veía el lunar en su piel, lo tocó cerca de su pecho, y con suave tacto haciendo círculos sobre él, lo mimaba con su índice. El resto de la mano sujetaba voluptuosamente el pecho. Con movimientos concéntricos aumentaba su respiración y con ella el movimiento se hizo espiral interminable, ahora se dirigían a la pupila ciega de su seno, los círculos suspiraban. 
Sentía más calor que ella estando a la sombra y hojeando la fría sepia de los negocios y empleo. Perdía los renglones de lectura, los releía sin comprensión ninguna y me perdía mirándola, más de cinco veces repasé la columna de “Mercado Laboral ”sin entender el mensaje, sólo me preocupaba ella, qué estaría sintiendo por ese pequeño dedo, qué podía transmitirle esa mancha que siempre la tuvo en ese lugar. La situación era normal, me amaba y era recíproco, sintió curiosidad por el perdido lunar que había descubierto, pero ¡aquella mano...!, siendo suya pedía algo, parecía cerrar los ojos de emoción o desde mi posición al observar la efélide me lo parecía por su postura. Mis neuronas hacían más conexiones que nunca, enlaces erróneos en mi cabeza por la tupida tarde de sol, parecía un juego y no era reclamado en él. 
Me estremecí al mirarla, noté que sintió que la miraba fijamente, no supe cómo salir de la situación y fingí frío así que me invitó a hospedarme a su lado; colocó sus pies encima de mis piernas y se recostó de nuevo en el sofá con su piel cada vez más ardiente. Dejé de hojear la sepia, la tiré al suelo al impedir el sol en sus senos, me recosté y puse los pies en la mesa de cerezo antigua, sólo sentía el peso de sus pies y la piel del sofá, pronto me quedé durmiendo a su lado, mirándola como ella miraba su lunar, como si fuera la primera vez que la veía, éramos cómplices, me dormí. Una mano atrevida y unos labios mojados de sol me tocaban y cosquilleaban en dónde más ardía, me desperté o creí despertarme, aún no sé si fue un sueño o realidad; me gustan las tardes de sol cuando te emborrachan de calor...